En el aprendizaje escolar diferentes factores tienen lugar para que este se dé de manera exitosa, entre ellos, componentes biológicos, emocionales, sociales, entre otros; sin embargo, la autorregulación se puede vislumbrar como el elemento diferenciador durante este proceso (aprendizaje), “Algunos teóricos afirman que la autorregulación actualmente debe ser considerada como el indicador más importante de rendimiento académico, incluso más que el coeficiente intelectual” (Blair & Diamond, 2008; Duckworthy Seligman, 2005; Shonkoff & Phillips, 2000, como se citó en Shanker 2013, introducción) toda vez que de manera implícita esta competencia integra y regula los factores acotados anteriormente (biológicos, emocionales, sociales, entre otros).

       A manera de ejemplo, cuando a un estudiante se le pide que dé respuesta a algún cuestionamiento durante una clase en particular podría pensarse en dos clases de conductas por parte del aprendiz, una de ellas sería una posición de tranquilidad donde el niño, niña u adolescente está en la capacidad de responder a la solicitud sin inconvenientes, y de manera antagónica encontrarse con una posición aversiva o de temor ante el pedido del docente. En ambas situaciones un componente biológico tiene lugar, dado que el sistema nervioso autónomo es activado, el cual, a su vez, se divide en sistema nervioso simpático y sistema nervioso periférico, cumpliendo un papel preponderante en el control de diferentes  órganos y músculos del cuerpo humano ante una situación que se percibe como positiva o negativa, en modo más comprensible, cuando un individuo se encuentra en una situación que representa riesgo para su integridad tiene dos formas de responder ante la eventualidad, una es hacerle frente a la situación, y, por otra parte, tiene la opción de emprender la huida, “En términos simples, cuando el SNS y el SNP se encuentran en un estado de equilibrio (homeostasis), pueden “activarse y desactivarse de nuevo de manera eficiente y sin demasiada frecuencia” (McEwen, 2006, p. 33, como se citó en Shanker 2013, p. 3) de la misma manera este podría ser el modo en el cual el menor de edad percibe la experiencia académica, sintiéndose amenazado, lo que le impediría dar una respuesta acertada ante la propuesta de su profesor, o, por el contrario, atender de manera óptima la incógnita del maestro ya que la situación no representa amenaza alguna para él.

Así mismo,  se encuentra el factor emocional el cual se ve influenciado por una multiplicidad de factores externos;  como puede observarse en la actualidad donde el ser humano encuentra una diversidad de estímulos constantes, por ejemplo, la información que se promueve a través de internet y las redes sociales de manera incansable lo que podría suscitar un sin número de emociones, negativas y positivas, reconociéndose que, algunas de estas herramientas son de utilidad si se usan de la manera correcta; por otra parte, las dinámicas familiares también tienen una sería repercusión en lo concerniente a la forma en la que los niños, niñas y adolescentes aprenden a regular o tramitar las emociones, (Shanker, 2013, pág. 22) dice que “Estamos presenciando un creciente número de niños, que están excesivamente enojados o tristes; o, igual de preocupante, que apenas parecen experimentar emociones positivas tales como la curiosidad, el interés, o incluso la felicidad”.

     En relación con el  aprendizaje de los menores de edad dentro del ámbito escolar también se contempla el atributo social, toda vez que la interrelación que se promueve en la escuela  le enseñará al niño a reconocer los distintos elementos que allí ( relacionamiento social) tienen lugar, entre ellos, el lenguaje no verbal, es decir, eso que expresa el cuerpo sin la necesidad de modular palabra alguna y que puede trasmitir más que una producción fonológica exacerbada, la empatía, donde se puede llegar a desarrollar la capacidad de reconocer en el otro la necesidad de ayuda y apoyo, y demás variantes que tienen validez en la configuración de la personalidad de los menores de edad.

      Es así, que los elementos abordados de manera sucinta (biológico, emocional y social) teniendo presente que muchos más que no fueron abordados intervienen en el aprendizaje escolar, se agrupan para ser trasversalizados por la autorregulación, que puede entenderse como la capacidad que le permite a un individuo comportarse de manera idónea ante las diversas situaciones y contextos, es decir, que una persona tiene la competencia para sentir sus propios sentimientos, y a su vez comprender en una adecuada medida el sentir de sus pares (los otros), la facultad de aprender de sus falencias, el talento para apropiarse con seguridad de sus aprendizajes con el fin de replicarlos con los demás, entre otras  destrezas que expone el individuo que fue instruido con amor.

     Desde esa perspectiva, es elemental que el docente pueda estimular esta competencia en sus estudiantes, evidentemente mediante un trabajo mancomunado con los directivos institucionales y los padres de familia, dado que esta última (familia) es la primera institución a la que se adscribe  un NNA, y por ello puede aportar elementos valiosos para que los maestros en su ardua pero gratificante labor puedan aportarle al alumno su mejor esfuerzo, y también contribuir para que la niñez y adolescencia puedan cimentar bases sólidas en un entorno seguro donde se edifiquen como sujetos de bien para sí mismos, y para una sociedad que pide a gritos hermandad.

 

 

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